martes, 6 de octubre de 2009

La dictadura de la democracia

Martes a las ocho de la mañana, medio dormido y cargando con el estrés de llegar tarde a clase.
Así hoy me he topado con un pequeño ejemplo, en forma de anécdota, que puede explicar brevemente lo que quiero decir. El cómo algo supuestamente justo y bueno como la democracia puede convertirse en todo lo contrario. Pero empecemos por la anécdota.

Resulta que estoy apuntado en una academia de Física II, ya que me quiero preparar la asignatura para diciembre. Y hoy a las 8:30 de la mañana empezaba la primera clase. El autobús tardó veinte minutos en llegar y cuando llegó pasó de largo porque iba repleto de gente. Total, que llegué a las clases con un cuarto de hora de retraso. Cuando por fin llego, para dar las-clases-que-he-pagado, me encuentro con que está repleta y por poco me echan unas niñatas diciendo que allí no cabía nadie más. Gracias a la intervención del profesor-al-que-he-pagado me pude quedar. Empezamos bien.

Pero aquí no acaba la cosa. Al finalizar la clase, discutimos el asunto de los horarios de la segunda sesión de la semana, para ver a quien le venía mejor un día u otro. Las opciones eran: O el jueves a las 10:30, o el viernes a las 8:30. Que levante la mano quien prefiera el jueves. Y yo, que prefiero evitar tener que despertarme un viernes a las siete de la mañana, levanto mi brazo. Somos mayoría. Que bonito.
Pero el profesor, que se le ve persona razonable y sensata, vuelve a hacer la pregunta de otra forma. ¿A quién le es imposible venir el jueves (por cuestiones de coincidencia de horarios)? Ahí ya me callo: lo de no ir el viernes es un capricho, no una imposibilidad. Yo puedo ir tanto un día como otro, aunque obviamente la comodidad me llame más ir a uno que a otro. Mientras, los resultados dicen que hay más gente a la que le es imposible venir el jueves que el viernes. De hecho, sólo hay una chica que no puede ir los viernes.

Por tanto, aunque me fastidie, se ha quedado el día más justo (viernes). Lo que ocurrió después me hizo mucha gracia y es la razón por la que escribo esto. Una chica empezó, enfrentándose al profesor, a decir que España era una democracia, y que la mayoría había preferido (tras la primera pregunta que nos hizo) dar las clases el jueves y no el viernes. Y era verdad, la mayoría habíamos elegido esa en un acto de puro egoísmo y comodidad. Pero también hay que ser solidario y comprender la situación de los demás: No la elección más cómoda, sino la que afecte a menos gente de manera negativa. Por eso, afortunadamente, y aunque me pese, ganó la opción más justa.

Y sin extenderme mucho, voy al título del post. ¿Cuántas veces en democracia, como decía la chica esa, se daría esta situación? Aquí era un pequeño caso, pero se podría manifestar igual en casos mayores. El hecho de que por una pregunta mal formulada, con opciones poco pensadas, aún en el caso de que se obtenga mayoría, se llegue a situaciones injustas, donde haya más número de perjudicados que los que hubiese habido con otra opción.

La democracia tiene, desgraciadamente, muchas y muy malas interpretaciones. Como cada vez más puede verse, se utiliza cuando interesa y como interesa.


Bye!