sábado, 9 de mayo de 2009

Patek Philippe

Esto es una cosa que me está dando ahora por escribir, no sé por qué, ya que es bastante melancólica; pero ahí van las primeras palabras.

Año 2057

 

Mis ojos se abren de pronto. Miro a alrededor y me encuentro encerrado entre las mismas paredes que me han acompañado estos últimos veintitrés años. La espalda me duele al incorporarme de la cama. Pongo un pie en el suelo y tanteo hasta encontrar una zapatilla; luego hago lo mismo con el otro pie. Un súbito dolor de cabeza me hace rechinar los dientes y me provoca un gesto que arruga mi rostro aún más. En la mesilla de noche está la causa: Una botella de Vodka casi vacía. Me incorporo con cuidado para evitar marearme y perder así el equilibrio. Mientras me dirijo al cuarto de baño, diviso por el rabillo del ojo algo que no estaba allí el día anterior. Se trata de un paquete pequeño envuelto en papel marrón. El dolor de cabeza se hace más agudo y mi cuerpo comienza a sentir náuseas. Pero aquel pequeño paquete parece llamarme con tal fuerza que hace que me importe bien poco todo lo demás. Me acerco a él y lo miro con desconfianza. 

Enseguida pienso que el paquete habrá pasado anteriormente por multitud de controles, por lo que no hay peligro que temer. Mis uñas se clavan en el envoltorio y lo rasgo de arriba abajo. Tras quitarlo me encuentro con una cajita alargada y estrecha por un lado. Tiene un color rosado y se adorna de pequeños dibujos con rosas rojas y hojas. Los rótulos que hay en ella indican que debían llevar, o lleva, un perfume en su interior. Al abrir la tapadera, una hermosa fragancia alcanza mi nariz y mi mente recoge un viejo recuerdo perdido en el tiempo. Mis ojos se cierran, alzo la cabeza y respiro profundamente de aquel aroma, intentando así retener ese recuerdo lo máximo posible. 

Por un momento parezco estar en un sueño, la resaca se ha ido, así como los dolores de espalda, incluso mi piel parece más tersa que nunca. Las paredes de la habitación se han plegado, el techo se ha vuelto invisible dejando ver el cielo perfectamente azul. Mi cara recibe el agradable tacto de los rayos de sol y bajo mis pies se extiende una pradera verde cubierta de hojas verdes y flores rojas. De ellas emana un perfume tan dulce como embriagador. Dos mujeres recogen las rosas y las meten en las flores. No están demasiado lejos, pero aún así no puedo ver sus rostros con nitidez; una de ellas parece una muchacha. Las llamó pero ellas no parecen oír mi voz. Las vuelvo a llamar, pero el sueño se vuelve cada vez más borroso, las flores marchitan rápidamente, el césped se seca y el cielo se pone gris. Las paredes vuelven a materializarse, recordándome que aún sigo en mi prisión. Por fin abro los ojos y vuelvo a la realidad. Miro el interior de la caja y no puedo evitar soltar una lágrima. Es un antiguo reloj de pulsera. Lo reconozco al instante. Es un Patek Philippe.

Voy al baño y me miro en el espejo. Lo que refleja es la imagen de un viejo de sesenta y nueve años con arrugas de amargura. La vejez no le ha ido acompañada de felicidad,  pienso, su piel flácida poco ha conocido la risa en sus últimos años. Soy incapaz de reconocerme en aquel viejo, nunca consigo asociarlo a mis recuerdos. De hecho, apenas tengo recuerdos de estos últimos veinte años. Mi vida se ha reducido exclusivamente a cuatro paredes y poco más, separándose radicalmente de la anterior vida. El hombre que existió en una ocasión está a punto de dejar de hacerlo. Únicamente quedan algunos trazos en mi mente y, por supuesto, en aquel reloj. Un modelo antiguo, marca Patek Philippe.  

Bye, bye

miércoles, 6 de mayo de 2009

Apocalipsis, por favor

- Va a ocurrir algo terrible.
- ¿Qué?
- El fin del mundo se acerca.
- ¡Ah, bueno! Me habías asustado.

Parece que desde siempre la humanidad ha estado obsesionada con la llegada del fin de su existencia. Desde tiempos inmemorables, multitud de profetas nos advierten de que esa fecha está próxima: Que si en el año 1000, o en el año 2000, o en el 2012... Hay tantas fechas que supongo que una de ellas acertará, aunque entonces no quedará nadie para felicitar al profeta de turno por su acierto.

Pero según parece, lo que para algunos la llegada de esta fecha significa la extinción de la especie humana, para otros significa la entrada en una nueva era, un tiempo en el que todo lo que conocemos cambiaría drásticamente. ¿Pero qué puede hacer que todo cambie?
San Juan profetizaba en el Apocalipsis cómo sería este momento, aunque sin fijar un momento determinado, y dando lugar a interpretaciones de todo tipo. Nostradamus también habló de catástrofes que azotarían nuestra existencia; pero siempre con la suficiente ambigüedad como para que sus escritos no se pudieran interpretar de manera exacta, aún así fijó los días finales para el año 3797. Y para los mayas, el 2012 señalaba el fin de una era (ya están haciendo una peli sobre esto).
He estado mirando por ahí, y actualmente hay varias hipótesis más o menos extendidas de lo que podría propiciar estos cambios:

1) Caída de un meteorito














2) Contacto con extraterrestres















3) Desastre nuclear



















4) Desastre ambiental














5) La nueva peste













6) El juicio final

















Y habrá muchas más. No sé qué opinareis sobre todo esto, pero espero que aún tengamos tiempo para debatirlo. Hasta entonces... Apocalypse please (de Muse)



No os asustéis.
Bye, Bye!

viernes, 1 de mayo de 2009

Don Perlimplín y la III República


Ayer por la noche acabé sin querer en una convención que proclamaba la llegada de la III República. Bueno, no exactamente, la proclama estaba camuflada tras una obra de teatro de García Lorca. 


Serían las cuatro de la tarde pasadas, y yo aún estaba comiendo (es que en mi casa solemos almorzar bastante tarde), cuando me llamó Roquette para ofrecerme el siguiente plan: Ir a ver una obra de teatro a las nueve de la noche en Puerto Real. Me enteré que era de Lorca, pero no logré enterarme del título de la obra, puesto que mi hermana había grabado Fama la noche anterior y estaba dispuesta a verlo justo en aquel momento, y a todo volumen claro estaba. Finalmente quedamos en que me recogería en coche, él y tres amigos más, a las ocho y cuarto. Ahí por fin me enteré del nombre de la obra que veríamos: Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. 
La obra fue lo de menos, no por su contenido, que es excepcional, sino por su pésima representación (sobreactuación, repetición de las misma gracias). Tuvo algunas cosas buenas, como la escenografía, la iluminación y el vestuario. Pero por lo que mereció la pena ir fue por lo que nos dijeron antes de la actuación.
La obra se representaba en el teatro principal del pueblo, la entrada era gratis; es decir, subvencionada por el Ayuntamiento. Bien hay que decir que el Ayuntamiento de Puerto Real es de Iquierda Unida. Pues bien, allí que salió el director de la obra, o de la compañía que la representaba, un hombre bastante mayor, calvo y con barba blanca. Se puso a dar un elogio tras otro a Federico García Lorca. Que si formó un papel de incalculable valor para la Cultura o que si era republicano de cabo a rabo. Realmente Lorca nunca se posicionó políticamente; en una ocasión le preguntaron acerca de esto y dijo sentirse "católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico". Pero claro, muchos lo proclaman como si hubiese sido el tío más rojo que existiera en España. El director prosiguió, dijo que durante aquel mes se prepararían eventos relacionados con la II República y que sería conocido como el mes republicano (culturalmente hablando,o al menos a eso se refería en principio). Después dijo que en la fiesta de inauguración se habían comido una tarta con los tres colores de la bandera republicana (roja, amarilla y morada) y que estuvo muy buena (recalcó que la bandera de tela no la quisieron probar). Para finalizar dijo que lucharían, desde la democracia y pacíficamente, por la instauración de la III República. ¡Por la III República! ¡Viva!, concluyó, aplausos apabullantes de toda la sala. Yo, que nunca me he encontrado en una situación así, flipaba. Sólo se me ocurrió volverme al de al lado y exclamar "ahora vienen los grises".

Creo que a España no le conviene una III República. Al menos por ahora. Porque lo que muchos quieren no es la III República, sino la II República. Con su misma bandera, sus mismos imnos y las mismas ideas fanáticas que nos llevaron a enfrentarnos los unos a los otros. Creo que la única manera de que triunfase aquí una buena República democrática, sería con unas ideas que envolviesen a todos los españoles, no a la mitad de ellos. La II fue cosa del pasado, al igual que sus símbolos, que, aunque históricos y nostálgicos para muchos, siguen abriendo brechas y distanciando a aquellos, que simplemente piensan de otro modo.
Justo después, empezó la función.

Bye, bye!